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La profesora de primaria

La profesora de primaria
Mi hija tiene cuatro años y es alumna del colegio privado Virgen del XXX aquí en Madrid. Se trata de un colegio casi centenario con mucho prestigio y que nos compensa el dineral que nos cuesta cada mes viendo lo feliz que va la niña y todo lo que está aprendiendo.

Desde el principio nos vinculamos mucho en el colegio, ayudando cuando hacía falta, controlando las aulas y su equipacion, advirtiendo a dirección lo que nos gustaba más o menos…en definitiva que tenemos mucha relación con el colegio y cada dos por tres estamos por allí colaborando.

A mí se me da especialmente bien cantar y tocar la guitarra, así que una vez al mes más o menos voy a las aulas de los más pequeños a amenizarles las tardes cumpleaños, etc. Tengo muy buena relación con la profesora de mi hija. Se llama Beatriz, tiene unos 38/40 años, de constitución muy atlética, media melena castaña, ojos verdosos, nariz respingona, labios y boca pequeña, con la sonrisa y el buen optimismo por bandera. Suele vestir de forma medio formal, ya que en el colegio todos los alumnos llevan uniforme y a los profesores les imponen unas normas de conducta. Es la encargada del coro del colegio entre otras cosas y por eso siempre hemos tenido especial afinidad con el tema de la música.

Ella, al estar con los más pequeños le permiten ciertas licencias porque está jugando con ellos, así que de vez en cuando lleva algún que otro pantalón más ajustado y camisetas elásticas que le marcan toda su figura. Tiene un pecho más bien pequeño, de esos que no votan al saltar, de hecho, me he fijado bastantes veces y juraría que en vez de sujetadores corrientes usa brasers o tops deportivos. Tiene poca estatura, así que sus piernas no son muy largas, (con lo que me gustan a mí) pero las tiene muy fibrosas y marcadas. En muchas ocasiones cuando coincidimos me quedo asombrado de la flexibilidad y agilidad que tiene de estar de pie y al momento de cuclillas o haciendo una sentadilla, se agacha flexionando las rodillas, coloca su manos sobre los muslos y abre las piernas, como si de una rana se tratase, y a mí esa imagen me encanta contemplarla.

En varias oportunidades he sido “cazado” disfrutando de sus contorsiones, pero nunca ha ido nada a más. Ella es consciente que es atractiva y también le gusta ser observada con cierto deseo, así que creo que me permite mis pequeñas miradas.Tenemos buena relación y también con mi mujer y su marido , así que nunca hemos si quiera tonteado más allá de alguna que otra caricia tal vez más larga de lo propiamente normal, pero como les cuento nada lascivo. Muchas veces he fantaseado en la intimidad de la ducha follando con ella e imaginando la suerte del cabron de su marido cada vez que esa belleza se pone de rodillas chupandole la poya…aunque para mí descargo, también fantaseo con la opción de que como yo, su matrimonio no esté en su mejor momento y ella también se auto complazca pensando en mí.

La cuestión es que se estaba acercando la celebración del patrono de nuestra comunidad autónoma y para una de las actuaciones previstas, el colegio me pidió ayuda, debía tocar la guitarra con el coro de clase de segundo de bachillerato y como la ayuda de la pidió Beatriz que era la responsable de música, no me negué, de hecho estaba encantado. La agenda contemplaba varios ensayos a lo largo del mes así que estuve yendo habitualmente al colegio.

Lo primero que debo confesarles es que cantaban estupendamente, se ve que la tradición coral del colegio se estaba prolongando en el tiempo, y se apreciaba que los coristas llevaban desde pequeños juntos, pero lo que también debo confesarles es que lo que más me sobresaltó fue ver a todas esas adolescentes con su uniforme alrededor de mi.

Acostumbrado a estar rodeado de los niños y niñas de la edad de mi hija, no había reparado en las niñas mayores del colegio. Les llamo niñas porque creo que pocas tendrían más de dieciocho años, pero siendo honestos, todas tenían ya la apariencia de pequeñas mineras. Como se imaginan, jóvenes, fibrosas, con los cuerpos duros, ataviadas del uniforme escolar, camisa blanca, suéter rojo y calza por encima de las rodilla. Se veía cuáles de ellas estaban algo más desarrolladas en lo que al juego de la seducción se trata porque eran las que llevaban la falsa más recogida y la camisa más ajustada.

Según avanzaban los ensayos disfrutaba más porque las analizaba al máximo sin perder detalle. Veía como cruzaban las piernas, se soltaban el pelo, jugaban con los lapiceros entre los dientes, en principio todo de goma inocente entre sus compañeros, pero para mí era asistir a un espectáculo en toda regla que me valdría para mis momentos no íntimos bajo la ducha. En ocasiones las miradas se me iban de las manos, ya que jugaba en mi mente con que alguna de ellas durante el ensayo se me insinuaba, y cada vez que se levanta la falda o componía el escote lo hacía para mi, así que en mí calentura, debía esconder el bulto tras la panza de la guitarra. Les confieso que en alguna ocasión hasta estuve a punto de correrme allí mismo, casi sin tocarme, solo con el roce de mi poya con la guitarra tras el pantalón, así que se pueden imaginar mi deseo de ir a cada ensayo.

No obstante cometí un error, o acierto según se mire, y es que no caí en la cuenta que en aquella habitación, donde cada día iba a disfrutar de mi pequeña película de erotismo, también había otra mujer adulta que se había percatado a la perfección de mis miradas a las jóvenes y probablemente de su efecto en mi entrepierna. Así que, una tarde calurosa de Mayo en Madrid el ensayo ya comenzó algo cargado para mí lujuriosa mente, y es que tanto los chicos como las chicas llevaban las camisas prácticamente desabrochadas, y por arte de birlibirloque las faldas se había basado recortando unos centímetros dejando casi la totalidad de sus piernas al aire. Tarde poco en desviar repetidamente mi visión a sus piernas, que en ocasiones se cruzaban y me dejaban entrever sus braguitas, así en cuestión de minutos yo ya tenía una contundente erección. Las sesiones con la coral solían duran unos cincuenta minutos y no había nadie pasado ni veinte y yo ya estaba que me subía por las paredes.

Estaba sudando como un a****l y no sólo por la frente, mi pene duro estaba lubricando con aquella escena como si estuviera a punto de embestir un coño, pero nada más lejos de la realidad quedaba casi media hora de ensayo y lejos de mis fantasías, nunca estaría con ninguna de aquellas jóvenes. Temporalmente hasta perdía cierta consciencia y erraba tocando la guitarra, lo que nos obligaba a todos a comenzar de nuevo. Al tercer o cuarto error Beatriz tomó la palabra y dirigiéndose a todos exclamó:

– Hoy hace mucho calor y estamos todos un poco más despistados de lo habitual – me miro guiñándome un ojo.

¿Se habría dado cuenta de mi calentón y por eso me guiñó? Pensé con remordimientos de conciencia

– Creó que lo mejor es que continuemos otro día que haga mas fresco y estemos más acertados – continuó.

Todos celebraron el final del ensayo, ciertamente hacia mucho calor, así que con rapidez, tomaron sus libros y uno a uno se dieron marchando. Esperé a que hubieron salido todos para comenzar a recoger yo, antes no podía moverme por vergüenza que vieran el hinchazón de mi poya, así que cuando vi al ultimo salir acerqué la funda de la guitarra para guardarla. Beatriz todavía estaba en la sala por lo que todavía no retiré mi escudo con forma de guitarra de la entrepierna, ella recogió sus cosas y tomó la dirección de la puerta, sin embargo, antes de salir, giró su cabeza para mirarme y sonriendo, cerró la puerta que estaba entornada volviendo sobre sus pasos hacia mi.

– ¿Hoy tenias mal día no? – preguntó mientras se sentaba a mi lado.
– Pues sí Beatriz, es que tengo mil cosas en la cabeza y entre eso y el calor no atinaba una nota – contesté para mi descargo.
– Es que hay que ver qué calor hace hoy aquí – continuó mientras se ahuecaba la camisa.

Pude fijarme que ella también estaba algo sudada, la axila le había mojado un poco la camisa y eso me gustó. Nunca he tenido placer pro las axilas ni cosas de ese estilo, pero enseguida relacioné el sudor de su axila, con imaginarla depilada y me excitó de alguna manera.

– Sí mujer, mucho calor, he visto a los chicos que lo estaban pasando mal y todo.
– Ya ya, no pierdes detalle – apostilló. – no les quitas ojo
– Bueno bueno, lo normal, mientras cantan les miro. – respondí rápidamente intentado evadir el tema. Pero no surgió efecto.
– Créeme si los chicos enseñasen tanto como las chicas yo también los miraría así.

¿Era cierto lo que estás pasando? ¿Me estaba exculpando de mirar con deseo a las jóvenes?

– No sé qué contestarte Beatriz…- dije agachando un poco la mirada avergonzado.
– No hace falta que digas nada, eso lo dice todo – replicó apuntando con su dedo índice la manchits que tenía en el pantalón fruto de tanta lubricación.

– Lo siento, no sé cómo habrá ocurrido – intenté razonar

Mirándome a los ojos agarró mi guitarra para posarla en el suelo, y poniendo su mano sobre mi pierna comenzó a ahuecarse nuevamente la camisa, esta vez dejándome atisbar el blazer negro que llevaba y contrastaba con su piel blanca.
– Espera que te abanico – le dije mientras cogía una partitura y comenzaba a sacudirla. Ella lo agradeció desabrochando dos botones de la blusa e inclinado la cabeza hacia atrás, dejándome a plena vista el cuello desnudo y algo sudoroso.

Cogí una toallita e instintivamente comencé a secarle las gotitas de sudor recorriendo desde la barbilla hasta el escote. Volviendo a componer la cabeza y mirándome de frente pasó su mano sobre el pantalón, lejos de m*****arle la mancha blanca que tenía, entretuvo sus dedos palpando la humedad a la vez que mis manos comenzaron a desabrocharle toda la blusa.

Quedó su diminuto busto frente a mi, cubierto por un delicado blazer que escondía dos pequeñas tetas. Ella deslizó sus manos bajo mi camisa y comenzó a acariciar mi torso mientras nuestras bocas se encontraban en un beso húmedo.

Nos levantamos de las sillas y la empujé contra el encerado mientras nos comíamos a besos y entrelazábamos las lenguas. Apretaba sus diminutas tetitas mientras ella desabrochaba mi cinturón e introducía la mano bajo el bóxer. Sacó un hilo de líquido preseminal que le colgaba del dedo índice y se lo chupó mirándome. Era mi confirmación de que como yo, llevaba fantaseando con este momento desde hacía tiempo.

Con autoridad, le bajé la cabeza para que disfrutase de mi verga, ella obediente se puso de cuclillas como tantas veces le había visto y comenzó a lamerme el prepucio. Estaba hiper lubricado y se notaba que le costaba tragar tanto flujo junto a su saliva, yo, en vez de ayudarle, le empujaba más la cabeza contra mi abdomen para que nada saliese de su boca. Una fuerte arcada, y sus manos empujando contra mis piernas para sacársela de la boca evitaron que se ahogara, pero cuando se repuso, y con parte del rímel de sus ojos corrido, siguió chupándomela sin cesar.m

Empecé a sentir avisos de eyaculación, así que antes de que sucediera, la levante y puse sobre el escritorio para bajarle los pantalones y dejarla en ropa interior. Mi boca le besaba todo el cuerpo mientras mis manos jugaban sobre la fina tela de su short. El aspecto deportista de su atlético puerto con la ropa interior Sport me puso como una moto y susurrándole al oído – te voy a tomar como no puedo tomarlas a ellas – le rasgué las braguitas para colocar mi bocanada sobre su conejito. Lamía sus labios con pasión mientas la oía jadear y más me calentaba. Dandole lametazos en la vagina y jugando con su cltoris estaba consiguiéndo que lubricara tanto como yo, así que sin quitarme sus flujos de la boca, me incorporé, coloqué la punta de mi poya sobre su coño – el profe ha llegado – de la metí poco a poco.

Ella entró en su papel, y casi sin quererlo comenzamos un juego que añadía más excitación a nuestro deseo:
– Por favor Don Diego, vaya con cuidado que es mi primera vez – suplicaba con ojos de niña
– Vas a ver lo que es un hombre Bea, nada que ver con los niños de tu clase. – y con firmeza la tome de las piernas para metérsela.
– Ahhhh, más despacio por favor – rogaba.
– Estate calladita niña, y de esto ni una palabra a nadie o les contaré lo zorra que eres.

Asintió con la cabeza y recogiendo las piernas abrió más su coñito para facilitarme mis penetraciones. Estaba follandomela como cuando conocí a mi mujer y la pasión y el deseo otorga los mejores polvos. Sudábamos y lubricábamos sin parar, ella no perdía ocasión a lamer y tragar todo lo que podía: saliva de mi boca, sudor de mi pecho, y por supuesto cada vez que se acariciaba el conejito y se impregnaba de flujos de los dos los tragaba.

– Te gusta el sabor eh niña?
-Sí señor, es rico
– Pues prepárate para un buen trago.

Sacando la poya de su vagina la forcé a ponerse de nuevo de rodillas, y tras varios poyazos en sus mejillas se la metí en la boca. Agarrándola de las orejas comencé a follarle la boca y no paré hasta ver qué le faltaba oxígeno para continuar una vez se reponía. Mi poya entraba y salía reventándole la boca, comenzó a resbalar mucha mucosa de su boca cayendo sobre su delgado cuerpo, ella esparciéndose con la mano todo sobre el pecho me suplicó que le corriese. Cogió mi poya y comenzó a subir y bajar el prepucio sin compasión, hasta me dolía en ocasiones, tenía el glande rojo y palpitando y de pronto, tres gótitas blancas de semen que cayeron sobre su pelo, dieron paso a una brutal descarga de leche caliente que gustosa relamió para luego tragar.

Tras subir e los pantalones y guardar la guitarra me marché de la sala de ensayos dejándola de rodillas limpiando el charco de finos que habíamos dejado.

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