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La madrina de la boda

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La madrina de la boda
Finalmente llegó el día en que mis amigos Sandra y Gabriel se casaron.
Nos conocíamos desde la época de la secundaria y ambos formaban una pareja ideal. Ya llevaban bastante tiempo viviendo juntos y por fin decidieron a dar el gran paso.

Fui a la fiesta de bodas solo; ya que mi por entonces novia Anita estaba en cama, aquejada por un ataque al hígado; pero pude irme tranquilo, ya que ella todavía vivía con su madre; quien la cuidaba mucho mejor que yo…

En el medio del salón de baile, Norita, una de las primas más desinhibidas de Sandra, estaba dando un espectáculo con sus movimientos felinos y su tremendo cuerpo enfundado en un apretado vestido que no dejaba lugar a la imaginación.

La muy perra se contoneaba provocativa frente a su pareja. De solo verla, podía sentir mi verga endurecerse de pensar lo que sería esa mujercita en la cama.

Para dejar de sufrir y relajarme, me acerqué a la mesa principal. Allí estaba sentada Petra, la mamá de Sandra. Era una mujer todavía atractiva; había enviudado hacía unos años y eso la convertía en un blanco de mis colegas generacionales. Todos soñábamos con cogernos a la mamá de Sandra.

Petra me sonrió, ofreciéndome una copa de champagne. Me senté a su lado y brindé con ella. Estaba vestida de manera muy elegante; con un vestido largo de color verde oscuro, que la hacía ver muy atractiva.

De repente, sin querer, Petra derramó parte de su copa sobre mis pantalones. Pareció acongojada y tomó una servilleta, para tratar de limpiar la mancha que justo estaba en mi entrepierna. De repente se detuvo, observando la tremenda erección que yo tenía; imposible de ocultar.

Entonces Petra dejó la servilleta, me miró a los ojos estiró su mano otra vez; pero ahora para acariciar mi verga por encima de los pantalones.

Me miró fijamente otra vez y me pidió si podía acompañarla al jardín de la residencia, diciendo que necesitaba tomar un poco de aire fresco.

Nos levantamos y yo crucé el salón tratando de ocultar mi erección.
La noche era bastante oscura; el jardín era enorme, cubierto por bastante vegetación y una nutrida arboleda.
Petra tomó mi mano y me pidió que la acompañara a pasear en medio de esa oscuridad. Ella iba adelante, balanceando sus caderas con gracia.
Mi verga seguía endurecida; sentía que esa noche iba a tener la oportunidad de cumplir el sueño adolescente de cogerme a esa sensual mujer; la madre de una amiga…

De repente me decidí y estiré mi mano; sorprendiéndome al encontrar un culo bastante firme; ya que Petra rondaba casi los sesenta años y yo estaba seguro de que no se dedicaba a perder tiempo en un gimnasio.

Petra giró la cabeza y dijo que alguien podía vernos; pero sonrió complacida y siguió avanzando en medio de la oscuridad.

La atraje hacia mí, haciéndole sentir mi erección contra sus nalgas.

De repente ambos pudimos distinguir gemidos de placer. En las penumbras pudimos ver un hombre apoyado contra un árbol y una mujer a sus pies de rodillas frente a él. Ella estaba con el vestido arrebujado a la cintura y mostraba un redondo y hermoso culo, apenas cubierto por una tanga.

Petra reprimió una risotada y susurró a mi oído que esa era su atrevida y desaforada sobrina Norita; chupándole la pija a su pareja…

Noté la calentura de Petra y aproveché para moverme detrás de ella y apoyarle mi verga endurecida entre sus firmes cachetes. La sujeté por la cintura; pero ella empujó su culo contra mi verga, suspirando con suavidad.

Le pregunté si quería comportarse como su sobrina y ella sonrió, diciendo que podría hacerlo mucho peor todavía. Entonces mis manos dejaron su cintura y subieron para aferrar sus redondas y firmes tetas.

Petra reprimió un gemido y susurró a mi oído que quería sentir mi pija joven en su cuerpo de mujer madura.
Hice que apoyara sus manos contra el tronco de un grueso árbol y me coloqué detrás de su voluptuosas curvas; que me calentaban tanto.

Quería cogerla sin perder más tiempo; pero Petra de repente giró y comenzó a desabrochar mis pantalones, buscando liberar mi verga de su encierro. Apenas lo logró, se hincó frente a mí y comenzó a lamer esa gruesa pija que ya estaba lista para coger…
Petra me dejó loco con su boca y su lengua. Me pegó una chupada de pija mucho mejor de lo que hacía mi adorada Ana en esa época…
Cuando estuvo durísima, ella misma se incorporó y otra vez apoyó sus manos contra el árbol. Levanté su vestido largo y deslicé a un lado la enorme bombacha que esa mujer llevaba.
Apoyé la punta de mi verga sobre sus labios vaginales y me sorprendió notar que Petra llevaba el pubis muy bien depilado. Podía sentir además el calor que emanaba de su concha necesitada de verga…
La penetré despacio; pero Petra empujó sus caderas hacia atrás y entonces mi verga entró casi por completo en la humedad de su deliciosa concha madura; a pesar del grosor de mi herramienta, entró con toda facilidad, provocándome una sensación de placer inusitado.
Aferré a Petra por sus caderas y comencé a bombearla con todas mis ganas. Ella se mordía el labio para evitar dejar escapar sus gemidos.
Al mismo tiempo, el afortunado amante estaba cogiendo a Norita en la misma posición contra ese árbol; pero la sobrina, ignorando que nosotros estábamos tan cerca, gemía y aullaba en voz alta…
Cuando el tipo acabó adentro de su concha, Norita gritó su orgasmo con todo. Eso me excitó mucho y comencé a bombear la concha de Petra con más ímpetu, mientras ella gemía por lo bajo, pidiéndome más…
De repente Petra aulló casi a los gritos y entonces esa pareja se volvió hacia nosotros. Se quedaron mirándonos, mientras Norita sonreía al reconocer en plena oscuridad a su querida tía Petra.
La madre de mi amiga le devolvió la sonrisa y me exigió que la cogiera más fuerte. Continué embistiéndola con todas mis ganas, jadeando a más no poder, mientras observaba a Norita mirándome a los ojos. La muy turra estaba acariciándose la concha mientras observaba a su tía cogiendo…
De repente Norita tomó a su novio de la mano y lo arrastró cerca de su tía. Petra se inclinó y comenzó a lamer la verga todavía erecta del novio de su sobrina. Eso me calentó demasiado y casi sin darme cuenta aceleré mis embestidas, mientras Petra se comía la verga de ese hombre.
Norita sonreía y seguía tocándose, sin dejar de mirar toda la escena.
El flaco no tardó mucho en acabar. Evidentemente, no fui el único esa noche en descubrir la habilidad oral de la madre de Sandra.
Petra lo dejó ir y volvió a pedirme que la cogiera sin demostrarle piedad.
Casi enseguida ambos llegamos juntos al orgasmo. Esta vez Petra ya no reprimió sus alaridos y acabó sobre mi verga, que siguió bombeándola aún después de vaciarse en esa prodigiosa vagina de mujer madura…
Acomodamos nuestras ropas y regresamos a la fiesta en el interior del salón. Petra se acercó a ver a su adorable hija Sandra, quien estaba preparando todo para cortar la torta de bodas.
La misma Sandra se me acercó un rato más tarde; me dio un beso cariñoso y me guiñó un ojo cómplice.
Me susurró al oído que su otra hermana se casaba en dos meses y que, naturalmente, yo iba a estar invitado a esa boda; pero iba a tener que concurrir solo otra vez…

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